Begoña Pedrosa, Consejera de Educación del Gobierno Vasco
En esta entrevista, la consejera de Educación repasa los distintos retos a los que se enfrenta el departamento. Entre ellos, destaca la importancia de sostener y ampliar una cultura de inclusión. En este sentido, subraya la necesidad de dotar al modelo de inclusión de herramientas, apoyos y estructuras que le permitan seguir ganando en profundidad y estabilidad.
En un contexto educativo cada vez más complejo, ¿cómo se está integrando el enfoque centrado en el alumnado con discapacidad intelectual, con trastornos del espectro del autismo y parálisis cerebral en las políticas educativas?
En nuestro sistema educativo el enfoque centrado en el alumnado constituye el eje central de toda nuestra acción. Esa es la base de nuestras políticas y se refleja de forma muy evidente cuando hablamos de alumnado con discapacidad intelectual, con TEA o con parálisis cerebral. Ese enfoque forma parte del corazón del sistema educativo y de la manera en que entendemos la escuela en Euskadi.
La Ley Vasca de Educación, Ley 17/2023, impulsa la transformación del sistema educativo con un enfoque en la equidad, la excelencia, la inclusión y la cohesión social. El Gobierno Vasco, y yo misma como consejera, asumimos el compromiso de liderar este proceso y de asegurar el bienestar y las mejores respuestas educativas inclusivas para todo el alumnado. Para ello contamos con un desarrollo normativo y con planes estratégicos, entre los que destaca el Decreto 78/2024, de respuesta a la diversidad en el marco de un sistema educativo inclusivo, dirigido al alumnado de los centros docentes no universitarios de la Comunidad Autónoma del País Vasco.
Este decreto sitúa la respuesta a la diversidad en un marco ético muy claro: dignidad humana, reconocimiento de las diferencias, protección de las personas más vulnerables y responsabilidad de garantizar condiciones básicas de accesibilidad y de aprendizaje. Se trata de desarrollar modelos educativos de calidad y equitativos, garantes de la accesibilidad universal, en centros que sean capaces de adaptarse en su organización, en sus metodologías y en sus medidas curriculares para llegar a todo su alumnado y hacer realidad el concepto de “escuela para todos y todas”.
En las visitas a los centros vemos cómo todo esto toma cuerpo en el día a día: aulas que ajustan tiempos, equipos que reorganizan espacios para reducir estímulos, profesorado que revisa su manera de explicar pensando en quienes tienen más dificultades. A mí me impresiona especialmente escuchar al propio alumnado explicar cómo acompañan a sus compañeros y compañeras; ahí se aprecia que el cambio es también cultural. Nuestro objetivo es que el alumnado con discapacidad esté en la vida del aula, participe en ella y avance en su aprendizaje, cada cual a su ritmo y con los apoyos necesarios.
¿Qué avances destacaría en el diseño normativo reciente que haya tenido impacto en el reconocimiento efectivo del alumnado con discapacidad? ¿Y en relación con sus familias?
En Euskadi hemos consolidado un marco normativo que impulsa un cambio real en la manera de entender la atención a la diversidad. La Ley Vasca de Educación sitúa la equidad y la inclusión en el centro, y el nuevo Decreto de respuesta a la diversidad define cómo deben aplicarse esos principios en la práctica diaria. Esto supone reconocer el derecho del alumnado con discapacidad intelectual, TEA o parálisis cerebral —y de cualquier alumno o alumna que necesite apoyos— a recibir medidas personalizadas en entornos accesibles y lo más normalizados posible.
Uno de los avances más importantes es el refuerzo de la detección e intervención temprana, que permite actuar antes y coordinar mejor a los servicios implicados. También han ganado protagonismo los planes de actuación personalizados, que organizan los apoyos, fijan objetivos y ayudan a seguir la evolución de cada alumno o alumna. La normativa incluye, además, adaptaciones en la evaluación y una atención específica a las transiciones entre etapas educativas, para que los cambios de Infantil a Primaria, de Primaria a Secundaria o de Secundaria a otras etapas estén mejor acompañados.
Las familias ocupan un lugar clave en todo este proceso: participan en decisiones relevantes, aportan información esencial y forman parte de la construcción de la respuesta educativa. En muchas reuniones nos transmiten que cuando se sienten escuchadas, todo funciona mejor, y es algo que valoramos mucho.
¿Qué recursos y medidas están impulsando para asegurar los apoyos al alumnado con discapacidad intelectual, con TEA y parálisis cerebral en los centros educativos?
La red de apoyos arranca muy pronto y acompaña a lo largo de toda la escolaridad. El modelo de atención temprana, recogido en el Decreto 13/2016 y desarrollado en colaboración entre educación, sanidad y servicios sociales, permite detectar muchas situaciones antes de los seis años. Para las familias y para los centros, este diagnóstico temprano facilita un trabajo más ajustado y sereno.
A partir de ahí, en las distintas etapas educativas se ponen en marcha medidas que facilitan aprendizajes y participación. Hablamos de decisiones que afectan a la organización del centro, a la dinámica del aula y también al currículo. Se trata de cambiar la mirada: agrupar al alumnado de otras maneras, explicar de forma más accesible, ajustar los ritmos y evaluar con criterios más flexibles cuando la situación lo requiere. Estas medidas buscan garantizar la escolarización, la permanencia y la participación del alumnado en condiciones de equidad.
Junto a estas medidas están los apoyos, que son los recursos personales, materiales, y comunitarios que hacen posible que esas decisiones funcionen en la práctica. Combinamos medidas y apoyos universales, que forman parte de la vida diaria del aula, con otros más específicos. En situaciones concretas de elevada complejidad, la escolarización en centros específicos facilita el acceso a apoyos muy intensivos y a entornos especialmente adaptados.
Además, los perfiles profesionales que sostienen esta red son determinantes: profesorado de pedagogía terapéutica y de audición y lenguaje, especialistas de apoyo educativo, personal itinerante, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, intérpretes de lengua de signos, entre otros. Estos equipos acompañan al alumnado, orientan al profesorado y transmiten seguridad a las familias. Cuando hablas con estos profesionales, te recuerdan algo muy básico: sin acompañar bien al profesorado, es imposible acompañar bien al alumnado.
Además, contamos con la inspección educativa, con centros de recursos especializados y con dispositivos para situaciones de hospitalización, tratamientos prolongados o necesidades terapéuticas. Y trabajamos con entidades del entorno comunitario, porque la inclusión se construye también fuera del aula.
En este momento estamos cerrando un desarrollo normativo que describe con más detalle qué medidas universales, complementarias e intensivas debe conocer y manejar cada centro. El objetivo es ofrecer más claridad y que las respuestas estén mejor sustentadas. Queremos que cualquier centro, grande o pequeño, urbano o rural, sepa exactamente con qué herramientas cuenta.
¿Cuáles son los principales desafíos de la Dirección para la Diversidad e Inclusión Educativa para lograr una inclusión real?
La Dirección para la Diversidad e Inclusión Educativa se crea para ordenar, reforzar y dar coherencia a todo este trabajo. El reto central consiste en que la inclusión esté en la base de la manera de tomar decisiones en los centros, más allá de actuaciones puntuales. Para ello hace falta acompañamiento, líneas de trabajo claras y estructuras que lo sostengan en el tiempo.
Uno de los desafíos más claros es la formación del profesorado. En los centros encontramos profesionales con un gran compromiso que, en ocasiones, se sienten desbordados ante determinadas situaciones. Necesitan herramientas para identificar barreras, recursos para ajustar su práctica y espacios para compartir dudas y aprendizajes. La Dirección está impulsando acciones de formación y acompañamiento para que esta tarea resulte más llevadera y eficaz, incorporando también los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje, que ayudan a ofrecer distintas formas de acceder a los contenidos y de expresar lo aprendido.
Otro eje de trabajo es la puesta en marcha de un centro específico para el desarrollo de la inclusión educativa. Este centro actuará como referencia para los centros escolares, generará conocimiento, testará nuevas formas de hacer y contribuirá a evaluar las que ya están en marcha. Trabajará en estrecha relación con entidades como FEVAS, con los servicios de apoyo y con las comunidades educativas. Al mismo tiempo, la Dirección impulsa acuerdos con las universidades para alinear mejor la investigación, la formación inicial y la formación permanente del profesorado con las necesidades reales de los centros.
También es un desafío mantener actualizadas las competencias de los perfiles especializados —profesorado de pedagogía terapéutica, de audición y lenguaje, orientación, profesorado consultor—, porque tienen un papel clave en el asesoramiento y en la colaboración con los equipos docentes. Cuidamos, además, aspectos que las familias valoran mucho, como la confidencialidad y el uso adecuado de la información del alumnado. Y estamos favoreciendo la difusión de buenas prácticas e impulsando estudios que nos permitan conocer mejor cómo evoluciona la escuela inclusiva en el sistema educativo vasco.
En definitiva, el desafío es sostener y ampliar una cultura de inclusión que ya está presente en muchos centros y dotarla de herramientas, apoyos y estructura para que gane profundidad y estabilidad. Esa es la tarea de la Dirección: acompañar, ordenar y dar impulso a un cambio que el propio sistema educativo ya ha empezado a hacer suyo.
La colaboración con FEVAS ha sido clave. ¿Qué valor le da a esta relación?
Desde el Departamento de Educación mantenemos reuniones sistemáticas con FEVAS para analizar no sólo cuestiones generales a desarrollar sino a las diferentes circunstancias y cuestiones locales que van surgiendo. Es en este modelo de diálogo permanente con las familias y sus organizaciones donde vamos aprendiendo, empatizando y desarrollando mejoras y transformaciones en el ámbito de la inclusión. Esta colaboración es fundamental para dar soluciones consensuadas y contrastadas.
